Solidaridad: La Tradición Moral, la Razón Práctica y el Inconsciente Colectivo

AutorIvo Zanoni
CargoDoctor en Derecho Universidad Catolica de Santa Fe (Rep. Argentina)
Páginas38-41

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Excertos

"El modelo puramente analítico no fue capaz de enfrentar cuestiones oriundas de la vida social y cultural, sin considerar la historia y la tradición moral de los pueblos"

"El inconsciente colectivo es el sedimento de la experiência universal de todos los tiempos, y, por lo tanto, una imagen del mundo que se ha formado desde hace muchos eones"

"El estado democrático social de derecho existe en su formalidad, faltando mucho para tornarse uma realidad práctica"

La actual situación tempo-ral de la cultura y de la costumbre refieja en sus registros los hechos de la moderni-dad y de la época contemporánea, proyectados por toda la historia humana, en una dialéctica que se ocupa de producir, en el presente, acciones que determinan el futuro. Ha señala-do el historicista italiano Benedetto Croce, que el conocimiento de la "situación actual", como se le llama, se refiere al curso que la vida real ha seguido para llegar a ese punto, y en cuanto así lo hace, es conocimiento histórico1.

Pero, la posibilidad de una inter-pretación libre del dogmatismo, requiere la consideración de aspectos no oficiales de la historia, lo que ya fué siñalado por Gottfried Arnold, en 1698 (in: Ketzerhistorie), cuando demostró que la verdad divina estaba a menudo entre los herejes y secesionistas, y se lanzó contra la interpre-tación de la historia acuñada por la Iglesia2.

En la modernidad, la tradición no tiene, en su aplicación práctica, la receptividad normal, debido a pre-juicios derivados del modo moderno de pensar. El iluminismo alejó cualquier posibilidad de que el trascen-dental de la metafísica infiuyera en la labor científica y en sus consideraciones filosóficas.

No obstante, hay autores que están distanciando sus posiciones de esa mirada radical (de ignorar la historia) y reconsiderando, en su hermenéutica, la valorización de la tradición. La tradición tiene, en su camino, una experiencia que no debe ser abandonada. Así, no existe racio-nalidad fuera de las tradiciones. No hay forma de se basar afirmaciones o juicios solamente en la dimensión espacial concreta presente. La historia es el registro continuo de la prác-tica transformadora. Las injusticias históricas son accidentes que deben servir de motivación a la búsqueda permanente de emancipación con solidaridad. La solidaridad puede ser tanto una relación ética entre grupos (en el concepto de corporativismo), como entre personas individualmen-te consideradas. Todavía: ¿es posible conciliar la razón y la tradición?

Autores, como el caso de Gadamer, critican la filosofía iluminista que opone la razón a la tradición. El espacio de la racionalidad ética es nuevamente visto como el espacio abierto de las tradiciones. Tal pensamiento se traduce en un nuevo paradigma. Si no fuera una nueva forma de pensar, se puede considerar que cambió el modo de considerar las cosas partiendo del prisma puramente cartesiano. MacIntyre crea un modelo de racionalidad reafirmando la condición histórica de la vida práctica y del espíritu humano. La pesquisa racional, para MacIntyre, es un nexo entre sistema e historia3.

Eso es así confirmado por Croce: "Conocer (juzgar) un hecho equivale a pensarlo en su esencia, y, por lo tanto, en su nacimiento y desarrollo entre condiciones que a su vez varían y se desarrollan, estando sólo su esencia en el curso y desarrollo de su vida"4.

Hay necesidad de recuperación de lo que el iluminismo excluyó: la

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perspectiva interna a las tradiciones, en la dimensión de sucesión temporal. Solamente la historia y las tradi-ciones acrecientan orden y dan a las representaciones y juicios aislados la conexión que les falta. El modelo puramente analítico no fue capaz de enfrentar cuestiones oriundas de la vida social y cultural, sin considerar la historia y la tradición moral de los pueblos.

La historia social registra, se-gún Lyra Filho5, el hecho singular concreto, mientras que la sociología aborda el hecho en su multiplicidad, y por trazos comunes, hace generalizaciones de modelos. Pero, es necesario considerar que la sociedad pos capitalista tenga la posibilidad de desembocar en una especie de estado de solidaridad. El desarrollo económico presupone la sucesión de paradigmas que llevan hasta la solidari-dad nacional e internacional, desde un nacionalismo integrante, confor-me la sugerencia de Myrdal6. El que Mantega7 trata como capitalismo buenito8, aún puede ser una posibi-lidad concreta, con la adopción del Estado plani? cador y movilizador. Así, la sucesión histórica de paradigmas es el curso natural en que una fase permite antever la próxima etapa del desarrollo social, político y económico. El cámbio de paradig-ma trae outro ejemplo: En Suecia se produjo el cambio del Estado maximalista benefactor para el Estado po-sibilitador (o simplemente el estado de bienestar), después de una aguda crisis económica y de confianza de la socialdemocracia, con el hecho his-tórico del asesinato de su líder Olof Palme, en 19869.

No se puede disociar la ética de la vida social o de la política, como ha enseñado Aristóteles10. De ese modo, el presente solamente puede ser comprendido, como un comen-tario y una respuesta al pasado, una reproducción, aunque transformista, de lo...

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