La protección social en América Latina: algunos puntos sobre los sistemas de pensiones

AutorPierre Salama
CargoUniversidad París XIII
Páginas21-29

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1 Introdução

La particularidad de las finanzas en América Latina es que están concentradas en títulos de deuda pública1. A diferencia de lo que se observa en las economías emergentes asiáticas, el crédito destinado a las empresas y a los hogares es más bajo, los bancos financian poco la inversión productiva y orientan principalmente sus recursos hacia las necesidades de financiamiento de Estados fuertemente endeudados2. En este contexto las reformas de los sistemas de pensiones tendrían por objetivo, además de ampliar los mercados financieros, volverlos más competitivos en su relación con las empresas, y financiar, a partir de las ganancias esperadas, las pensiones. Mi propósito no es discutir los límites del sistema de capitalización individual y sus ventajas/desventajas frente al sistema de reparto, señalando sin embargo que este último, que se basa fundamentalmente sobre la solidaridad, beneficia en realidad a una fracción muy reducida de la población. Esto ha sido señalado por numerosos autores.

2 Una perspectiva a partir de conceptos "olividados"

- El quid de la intervención del Estado

Hace una treintena de años la característica principal de la intervención del Estado en América Latina era su intervención masiva y directa en la economía, de una parte, y su débil participación en la gestión de la fuerza de trabajo, de la otra. Hoy día es exactamente lo contrario: el Estado casi no interviene sobre lo económico, al menos directamente, y por el contrario los gastos sociales (en un sentido amplio, a saber: salud, educación, pensiones, programas especiales como la "bolsa familia" -Brasil-, o "familias en acción" - Colombia-") crecen sensiblemente tanto en el Produto Interno Bruto (PIB) como en el Presupuesto, como es el caso de Brasil. A nivel político, la democracia (en sustitución de las dictaduras pasadas) predomina en la mayor de los países, aunque sus formas son más o menos alejadas de los estándares existentes en los países desarrollados.

Recordemos: antes las inversiones públicas eran muy importantes, principalmente orientadas hacia los sectores pesados o semipesados, de un lado, y del otro, los sistemas de pensiones, salud y desempleo eran muy poco socializados, a la inversa de lo que se podía observar en la misma época en los países desarrollados. Portanto el rol del Estado en la formación del salariado era importante y continúa siéndolo: participa activamente en la difusión de las relaciones mercantiles y/o capitalistas, frecuentemente con la ayuda de la violencia.

La intervención del Estado en el sector productivo, en la infraestructura y en el sector energético era "explicada" por la casi ausencia de una burguesía industrial en los países en vías de desarrollo, por la dificultad de encontrar los recursos necesarios por la falta un sistema financiero privado desarrollado, y por un gap tecnológico creciente3. La intervención directa o indirecta del Estado se justificaba por la existencia de economías externas de escala no percibidas por los empresarios, quienes eran incapaces de interiorizarlas en sus cálculos de costos. Su miopía no los incitaba a invertir suficientemente y frenaba por tanto las posibilidades de salir de la trampa del subdesarrollo. La intervención del Estado al reducir las incertidumbres de los inversores les revelaba ganancias posibles y los incitaba a invertir más. La discusión era entonces, una vez admitida dicha inversión, si esta se apoyaba sobre un "big push" (ayuda masiva), o en un desarrollo equilibrado (o no equibrado) que maximizase los efectos de encadenamiento. Estas aproximaciones pecan de un defecto: son insuficientes. No es necesario que el Estado deba intervenir, por las razones arriba mencionadas, para hacerlo4. En numerosos países esta intervención no tuvo lugar y ni el tejido industrial se densificó, ni la formación social se diversificó significativamente. Falta entones un eslabón esencial en el análisis: más allá de las causas aparentes, las cuales en si no son falsas, surge la pregunta de cuáles son los fundamentos de tales transformaciones. No se trata de la sola voluntad política de tal o cual hombre de Estado, si bien esto no deja de tener un efecto. Hay un aspecto estructural. La explicación no se puede contentar con descripciones, aún si ellas tienen un barniz teórico. Es necesario entonces invocar conceptos para explicar las transformaciones del rol del Estado en las economías latinoamericanas después de una veintena de años.

- El aporte de un enfoque "derivacionista" desde el Centro:

En una investigación pasada, llevada a cabo con G. Mathias (1983)5, buscábamos comprender la paradoja de un Estado que parecía representar una clase que era muy débil, incluso casi ausente, pero que la producía a través de los aparatos del Estado y de las empresas públicas.

Para comprender las particularidades del Estado en América Latina, parece importante referirse a un análisis del Estado en los países desarrollados afín de ilustrar las similitudes y las diferencias. Dos niveles de abstracción son necesarios para analizar al Estado y al gobierno. El primero, el más elevado, se sitúa al nivel de las categorías definidas por Marx: Mercancía - Valor - Dinero - Capital - Estado. Cada una de esas catogorías se deduce de la otra, o más exactamente se "deriva". Cada una es comprendida con la ayuda de la que la precede, pero no puede existir sin que la siguiente esté definida. Se trata de una deducción lógica y no histórica. El aporte dePage 23 este enfoque (llamado en la literatura como escuela "derivacionista"6) es hacer seguir la categoría Capital por la de Estado. Esta visión del Estado como "una abstracción real" deduce al Estado y su naturaleza de clase de la categoría Capital. Según este enfoque, el desarrollo de la acumulación del capital no puede entonces comprenderse si no se incluye al Estado dentro del razonamiento. El capital y el Estado están ligados de manera orgánica. La expansión de las relaciones de producción capitalista se realiza directamente e indirectamente gracias al Estado. El mercado no preexiste al Estado, su intervención no se limita a suplir algunas fallas de mercado. De la misma forma el Estado capitalista no preexiste al mercado.

El fundamento material de la legitimidad se sitúa a este nivel de abstracción. El segundo nivel, menos elevado, es el de Régimen político y su representación en un gobierno. La forma de existencia del Estado es el Régimen político que lo beneficia de una legitimidad dependiendo de una serie de factores (coyuntura, organización, fomas de elección [...]).

- El aporte de otro enfoque "derivacionista" desde la Periferia:

No se puede tomar totalmente este enfoque para el caso de los países subdesarrollados: la hipótesis de partida es la generalización de la mercancía, ahora bien la característica principal del "subdesarrollo" consiste precisamente en la rapidez, la brutalidad, en la cual se efectuó la expansión de las relaciones mercantiles en las economías llamadas de la Periferia. La naturaleza de clase del Estado y sus formas de dominación no pueden entonces ser deducidas de la sucesión de categorías referida atrás. Es necesario introducir la Historia en razón de su concreción porque el modo de aparición particular del capital y del salariado, sus condiciones de extensión específicas, hacen menos pertinente y justificada la hipótesis de la generalización de la mercancía la cual está en la base de la sucesión de categorías mencionada arriba. No son tanto los modos de producción que preceden, que "paren" el capital en el dolor, sino la dominación y la inserción de estos países en una economía mundial sometida por las economías de los países del Centro. Desde el siglo XIX, los poderes instaurados por los Estados del Centro buscaron insertar tales países en una división internacional del trabajo compuesta según sus propios intereses, y fueron a la vez los canales de difusión de las relaciones mercantiles y capitalistas, con formas de sumisión del trabajo al capital muy particulares, compuestas por una combinación de formas modernas y locales (formas diversas de esclavitud, aparcería, servidumbre, de trabajo asalariado denominado libre), y de lugares donde se constituyeron las proto-burguesías. Estas formas, combinando diferentes sumisiones del trabajo al capital, explican en gran medida la permanencia de niveles muy altos de los llamados empleos informales. Más que en los países del Centro, el Estado será una "muleta" a una joven proto-burguesía, nacida con frecuencia en su seno, en los aparatos del Estado, gracias a las confusiones entre intereses privados y públicos (Estado patrimonial ista). Se necesitan condiciones particulares para que esta proto-burguesía se convierta en una burguesía que haga inversión y sea menos una burguesía parasitaria (rentista en el sentido en que su principal actividad sería insertarse sobre los circuitos de renta controlados por el Estado y gastar los recursos así obtenidos como un ingreso y no como capital). Es esta relación de dominación entre el Centro y la Periferia y el análisis de las relaciones de clase subyacente lo que permite comprender que durante las fases de crisis de larga duración en el Centro, nuevas relaciones pueden producirse en ciertos países de la Periferia si se cumplen ciertas condiciones. Las alteraciones entre el Centro y la Periferia, vía sus consecuencias en las relaciones entre las clases y grupos sociales en las economías dominadas, permiten comprender el rol específico jugado por el Estado durante las fases sustitutivas de importaciones desde los años treinta hasta la crisis de la deuda de los años ochenta: importante en lo económico, débil en lo social.

Así, en lugar de "deducir" la naturaleza...

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