'Mercoescépticos'. Los Partidos Políticos Opositores al Mercosul en la Argentina y Uruguai (1991-2006)

AutorHugo Daniel Ramos
CargoDoctor, Profesor en la Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina
Páginas97-114

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1. Introducción

El interés inicial que motivó el presente trabajo se vincula con la práctica ausencia de investigaciones que aborden a los partidos políticos en relación con el MERCOSUR. Así, y en base a una investigación doctoral ya finalizada, analizamos a un conjunto de organizaciones partidarias de Argentina y Uruguay a las que calificamos de “mercoescépticas”. El uso de este concepto obedece a un explícito intento de vincular y explicar el posicionamiento de estos partidos en relación con el de sus homólogos pertenecientes a países miembros de la Unión Europea que sostienen una visión particular (“euroescepticismo”) sobre el proceso de integración europeo.

Basándonos en esta idea partimos del supuesto de que pueden entenderse como “mercoescépticas” a todas aquellas organizaciones político-partidarias que: a) no apoyan la pertenencia de sus respectivos estados al proceso de integración ó, b) aceptando esa pertenencia, se oponen al avance y/o la profundización de la integración en el marco del MERCOSUR.

En relación con los partidos seleccionados para el análisis cabe mencionar que acercamientos previos a la temática nos permitieron identificar a aquellas organizaciones que a lo largo del período bajo análisis sostuvieron en determinados momentos una mirada crítica o contraria al MERCOSUR1. Así, consideramos al Partido Justicialista (PJ) por Argentina, y al Frente Amplio (FA), Partido Nacional (PN) y Partido Colorado (PC) por Uruguay.

El trabajo se basa en dos tipos de fuentes: documentos elaborados por los partidos políticos, en particular plataformas y programas partidarios2 y los debates parlamentarios al momento de aprobarse lo que denominamos “tratados fundacionales” del MERCOSUR3.

2. Los partidos y la integración regional como problema

La noción de “partidos políticos” ha sido objeto de múltiples definiciones. Esquemáticamente, esta diversidad es resultado de dos factores relacionados entre sí: la perspectiva teórica que se adopta a la hora de analizar a los partidos políticos y el hecho de

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que los referentes empíricos del concepto han variado sus atributos de forma considerable a lo largo de su desarrollo histórico4 (CINGOLANI, 2006).

En nuestro trabajo partimos de la definición de WARE (1996): “una institución que
a) busca tener influencia sobre el aparato del Estado, generalmente a través de cargos en el gobierno, y b) suele consistir en más de un interés de la sociedad, procurando agregar varios de ellos”.
La principal ventaja de esta conceptualización es que se enfoca en lo que, a nuestro criterio, constituyen los dos aspectos definitorios de los partidos: su orientación hacia el Estado y su rol de intermediación entre el Estado y la Sociedad Civil. Adicionalmente, nos permite avanzar en relación con su organización interna asumiendo que no constituyen instituciones homogéneas, ya sea en relación con su grado de fraccionalización como con su nivel de institucionalización.

Considerando estos antecedentes, retomamos el planteo de Alcántara Saez y FREIDENBERG (2003) quienes sostienen que: el comportamiento de un partido puede observarse (…) en dos ámbitos: uno interno al partido y otro externo a él y, a su vez, este último puede manifestarse en tres arenas de actuación diferentes: el partido como organización electoral, el partido como organización de gobierno y el partido en la legislatura”. El ámbito interno del partido comprende “por un lado, los individuos y en su caso, grupos que integran el partido, y por otro, las estructuras, normas y organismos creados para la toma de decisiones, el gobierno y la dirección de la organización partidista” (ALCÁNTARA SAEZ; FREIDENBERG, 2003, p. 16).

En lo referente al ámbito externo, en nuestro trabajo tuvimos en cuenta tanto al partido como organización electoral como al partido en la legislatura.

Tal como plantean FERNÁNDEZ LUZURIAGA y SOTO ROMERO (2007, p. 30) “en materia de relaciones internacionales (…) raramente se encuentran estudios sobre el rol de los partidos políticos en las políticas exteriores nacionales”. Al nivel de los procesos que implica en la integración la situación es similar: “está por establecerse en qué medida los procesos de integración han afectado en lo específico y programático los mecanismos y las redes de intermediación utilizadas por los partidos en la última década” (DÁVILA, 1998,
p. 160).

Basados en estas premisas, en nuestro trabajo adherimos a la propuesta de Luzuriaga (1999) quien define tres aspectos o dimensiones desde las cuales puede analizarse la relación partidos políticos/procesos de integración: en primer lugar, la dimensión movilizadora de la opinión pública (que involucra la formulación de propuestas y de programas electorales y que concibe a los partidos como organizaciones de intermediación entre el Estado y la sociedad civil); en segundo lugar, la dimensión parlamentaria (que implica concebir las tareas parlamentarias como acciones íntimamente vinculadas a la pertenencia partidaria de los legisladores, además de considerar las capacidades de los

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Congresos para incidir en la política exterior de un Estado) y; en tercer lugar, la dimensión de transnacionalización partidaria directa (con un doble registro: la participación en Parlamentos Regionales de los legisladores nacionales y la membresía en organizaciones interpartidarias internacionales por parte de los partidos políticos).

Con excepción de la tercera de las dimensiones mencionadas, que en este trabajo no consideramos, la propuesta — complementaria de la categorización de ALCÁNTARA SAEZ y FREIDENBERG (2003) — nos permitió avanzar en el análisis de nuestro objeto de estudio.

3. Los “mercoescépticos”: cambios y continuidades en el período 1991-2006

El MERCOSUR nació a partir de la firma del Tratado de Asunción (TA) entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en el año 19915. El Tratado se inscribió en el marco de la integración entre los dos primeros países6, al que pronto se sumaron Uruguay y Paraguay.

El TA fue firmado por cuatro presidentes que se encontraban en los primeros años de sus respectivos mandatos. Con diferencias derivadas de las particularidades nacionales, los cuatro iniciaron o consolidaron a nivel doméstico importantes procesos de reforma que abarcaron diversos ámbitos: desde la reformulación del rol del Estado en la esfera económica-social hasta el desmantelamiento casi absoluto de las barreras al inter-cambio comercial con el resto del mundo, en lo que dio en llamarse la “liberalización” de las economías (BOUZAS, 2002).

En términos político-partidarios, el MERCOSUR contó con un amplio consenso a nivel regional. El indicador más nítido en este sentido es el apoyo prácticamente unánime que registró al interior de los Congresos Nacionales, donde legisladores de distintas procedencias y orientaciones políticas votaron a favor del Tratado. Esto es válido para los cuatro casos nacionales, con la única excepción del Congreso uruguayo, donde tres representantes del Frente Amplio votaron en contra. Aunque extrema, la posición de estos legisladores era coherente con las discusiones al interior del Frente que motivó la firma del TA. De hecho, el partido en su conjunto expresó sólo un “apoyo crítico” al MERCOSUR. Así, durante gran parte de los años 90 el FA contó con un sector minoritario que rechazaba frontalmente al proceso de integración mientras que la amplia mayoría de sus sectores internos se debatía entre la difícil posición de criticar los “contenidos” del MERCOSUR y la defensa de la integración latinoamericana como principio.

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El caso del FA, sin embargo, no fue único. También hacia el interior de las principales organizaciones políticas argentinas diversos sectores se mostraron reacios a apoyar un proceso que privilegiaba la apertura comercial por sobre otros mecanismos de integración7. El caso del Partido Justicialista es en este sentido particularmente notorio dado que, al igual que el FA, ha sido históricamente un partido pro-integracionista8.

Primó aquí, de todas maneras, la disciplina partidaria, y ningún legislador perteneciente al partido votó en contra de ninguno de los principales tratados del MERCOSUR.

Por su parte, el Partido Nacional y el Partido Colorado, que inicialmente apoyaron de forma entusiasta al MERCOSUR, fueron virando paulatinamente su posición. En lo año del 1998, al momento en que se discutía el Protocolo de Ushuaia9, el PN se manifestó en contra de introducir en el proceso integracionista “aspectos políticos” que, desde su perspectiva, no se vinculaban con los objetivos originarios del MERCOSUR. El voto negativo de todos los representantes nacionalistas en ese momento tradujo el cambio en el posicionamiento partidario, que volvería a repetirse en el futuro cuando se debatiese en torno al Parlamento del MERCOSUR (2006). De manera similar, el PC transitó decididamente el camino hacia la oposición a partir de la firma de ese mismo Protocolo que dio origen al Parlamento y con argumentos también semejantes a los empleados por el Partido Nacional.

Por su parte, el Partido Justicialista enfrentó en la primera década del siglo XXI una difícil situación: el impacto de la crisis económica, social y política experimentada en Argentina a partir del año 2001, resultado directo de las políticas neoliberales aplicadas en el país y del cual el partido había sido uno de los principales artífices. Si bien a media-no plazo la organización partidaria sortearía admirablemente la coyuntura, accediendo nuevamente al poder gubernamental en las...

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