Una llaga incurable: prostitución y reglamentación em Rosario-Argentina, 1874-1932

AutorMaria Luisa Múgica
Páginas177-211
Niterói, v. 10, n. 2, p. 177-211. 1. sem. 2010 177
“UNA LLAGA INCURABLE”:
PROSTITUCIÓN Y REGLAMENTACIÓN EN
ROSARIO- ARGENTINA, 1874-1932
María Luisa Múgica
Universidad Nacional de Rosario
E-mail: mlmugica@cablenet.com.ar
Res umen: En est e t rabaj o anal izamos
el modo de funciona miento del sistema
de pr ost ituci ón regla menta da que se
implementó en Ro sario- Argentina entre
1874 y 1932 y que consistía en un conjunto
de med idas p olít ico- admi nis tr at iv as,
sani tarias y polic iale s. Con el obje tivo
de pr oteg er la mor al y cont rola r las
enf erme dades v enére as se cre aron e
impusieron políticas de control aplicables a
aquellas que se dedicaban al ejercicio de la
prostitución y a las llamadas por entonces
casas de tolerancia.
Palabras claves: prostitución ; reglamen-
tación; Rosario – 1874-1932.
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En las últimas décadas del siglo XIX un complejo proceso de modernización
se fue perfilando en la Argentina a partir fundamentalmente de su incorpora-
ción al mercado mundial en el marco de expansión del capitalismo. La ciudad
de Rosario sufrió ese impacto que se plasmó sobre todo en un conjunto de
modificaciones fuertes en cuanto a su estructuración política, económica, social
y demográfica. Entre los rasgos distintivos que caracterizaron ese proceso de
modernización urbana pueden citarse el crecimiento económico, la extraordi-
naria expansión demográfica, el cosmopolitismo y la heterogeneidad cultural
de la población, cambios muy fuertes que repercutieron también en el plano
simbólico. Por otro lado, su estratégica situación geográfica, en tanto ciudad
portuaria – el segundo puerto después de Buenos Aires –, le permitió ser dentro
del modelo agroexportador, boca de salida de materias primas, especialmente
cereales y centro receptor de importantes contingentes inmigratorios. En ese
contexto la prostitución alcanzó un notorio crecimiento, situación directamente
relacionada con la marcada presencia masculina en la ciudad producto de la
inmigración y del movimiento portuario. Para ilustrar el fenómeno que consti-
tuyó el febril crecimiento demográfico basta señalar que Rosario contaba hacia
1900 con unos 112.461 habitantes y unas 62 prostitutas patentadas, cifra que
se cuadruplicó hacia 1926 en que pasó a tener unos 407.000 habitantes y 856
mujeres dedicadas a la prostitución y 6 hombres. Se registró también una alta
tasa de masculinidad que giró alrededor de 1900 en los 53,40% y hacia 1926 en
el 51,70 % y un poco más del 40 % de la población era de origen extranjero. Una
significativa cantidad de hombres circulaba por la ciudad -solteros, casados, sin
familia- situación que en consonancia con los modelos de sexualidad imperantes,
los transformaba en verdaderos focos de libido contenida, la que debía tratar de
encauzarse, sin difuminar en el cuerpo social enfermedades de corte sexual y era
el Estado Municipal el que debía procurar evitar la difusión de las enfermedades
venéreas. Persiguiendo este objetivo se crearon los burdeles autorizados.
Entre 1874 y 1932 se impusieron en Rosario distintas ordenanzas que
regulaban el ejercicio de la prostitución. Aunque el meretricio como práctica es
anterior a la existencia de las ordenanzas, adquirió entre fines del siglo XIX y las
primeras décadas del XX una dimensión sin duda, novedosa, pues pasó a ser
considerada una peligrosa forma de actividad sexual imposible de ser erradicada
y un oficio acerca del que -como tantos otros- el Estado Municipal debía legislar.
Con el objeto de proteger la moral y controlar las enfermedades venéreas se
crearon las ordenanzas sobre el tema. Claro que todo el esfuerzo desplegado
para imponer políticas de control aplicables a prostitutas y a casas de tolerancia
no habla necesariamente de la eficacia o del éxito de los procedimientos. Este
sistema se conoció como prostitu ción reglamentada y combinaba aspectos
sanitarios, político-administrativos y policiales, como veremos a continuación
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Discursos y representaciones sobre la prostitución
El 31 de marzo de 1874 el por entonces miembro del Concejo Deliberante
de la ciudad de Rosario, Francisco de Paula Puig, presentó un proyecto desti-
nado a las casas de tolerancia. En éste sólo se aludía a las mujeres prostitutas
en términos exlusivamente sanitarios estipulando estrictamente que cada tres
meses el Médico Municipal debía efectuar una visita a fin de controlar la salud
y por cada mujer enferma encontrada se le imponía al encargado de esas casas
25 pesos fuertes ($F) de multa. La Comisión de Gobierno el 14 de abril de 1874
al estudiar el proyecto señalaba que la sociedad no había podido “hasta ahora”,
en éste como en otros países exterminar “el vicio destructivo de la prostitución”,
aunque “en ningún país civilizado han dejado de aminorar en cuanto posible
sus fatales consecuencias a la salud pública”.
Severidad y castigo que en vano habían tratado de imponer los antiguos
romanos o la Francia hasta los tiempos modernos. Francia era casi la referencia
obligada en cuanto a prostitución se refería y allí después de ensayar con todos
los medios que estaban al alcance, -amenazas, multas o castigos sin obtener
ningún resultado satisfactorio-, habían debido aceptar “el vicio como una llaga
incurable” buscándose solamente los medios más eficaces y seguros para dis-
minuir sus males. En París todas las mujeres de “vida pública” eran apuntadas
en el Registro de Policía y tenían como obligación contar con el certificado de
salud médica, renovado cada pocos días y en caso de hallarse mujeres enfermas
se las mandaba en el “acto” al hospital”.
Los concejales creían que era saludable aproximarse cuanto fuera posible
al sistema francés y aconsejaban aceptar el proyecto de Puig, como un paso
importante en el “camino de la moralización”. Sólo introdujeron leves modifi-
caciones al artículo que fijaba el número de visitas sanitarias, una por mes, en
el día que se fijase, y por cada visita el dueño de la casa debía pagar al médico
cinco pesos de honorarios, aunque finalmente en la ordenanza la periodicidad
establecida fue de 8 días entre una y otra visita (Exptes Terminados H. Concejo
Deliberante (ETHCD) 1864-1874- T.1: 592-594; La Capital (L.C.) 6/5/1874: 2). El
argumento fuerte esgrimido para justificar la regulación de la prostitución en
manos del Estado Municipal apuntaba hacia la protección de la salud pública,
“llenaba una necesidad higiénica” (L.C. 29/7/1874: 2) aunque al mismo tiempo
era leída en clave de avance, de ‘progreso’ en el proceso de moralización de
las costumbres del pueblo. Las prostitutas eran vistas como parte de un grupo
de gentes de “mal vivir”, de costumbres más libres y relajadas, que debían ser
desterradas de los “barrios céntricos”, “mesalinas” según La Capital -decano de
la prensa argentina y representante de los intereses de la élite dirigente- que se

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